En el Guanacaste de antaño, antes de que las lavadoras eléctricas llenaran las casas, había un lugar especial que marcaba el ritmo cotidiano de la vida: La Pila. Este lavadero público, hecho de piedra, se encontraba en el centro de muchas comunidades rurales, y no solo era un lugar para lavar la ropa, sino un sitio de reunión para las mujeres del pueblo. Bajo la sombra de los frondosos árboles y con el murmullo del agua fluyendo, las madres, abuelas e hijas se congregaban allí para llevar a cabo una…
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